¿Importante?

Antes de escribir vuestro aporte, realizar su comentario, o enriquecernos con vuestra crítica, agradeceríamos que leyera primero el Manifiesto 2063. El mismo no es un manifiesto definitivo, ya que no posee autoría de ningún individuo y está abierto a posteriores elaboraciones y reelaboraciones de sujetos que gusten participar. El Manifiesto intenta representar esa semilla de insatisfacción con la cual nos hemos nacido y criado, que difícilmente encuentra refugio en manifestaciones artísticas o espirituales. Es aquello que suele carecer de un espacio particular para crecer y desarrollarse, para ser compartido como un aspecto de nuestra realidad como individuos sociales. Porque en alguna medida, buscamos reconstruir el concepto de sociedad marcado por un discurso dominante que no nos incluye. Esa semilla, esa espora de emociones disruptivas, nos lleva a movernos hacia la unidad, a la consolidación como un ente único y anónimo, sin otro fin que el siguiente: Ser como la planta que crece desde la pútrida rejilla del desagüe. Porque el mundo nos empuja a una horrorosa supervivencia, a un paisaje cyberpunk. Dejemos que nuestro movimiento fluya sin prisa, derramando esa insatisfacción en este pequeño refugio que le hemos construído.
El Manifiesto 2063 puede ser encontrado aquí.
Bienvenidas, alimañas.

¡Necesitamos de usted para fluír!
¡Queremos su cerebro, cual zombie hambriento!
¡No sea mezquino y comparta su alma con nosotros!

"Somos todos células de un mismo cuerpo, desconocido para nosotros. Pero algún día, quizás, despierte nuestra conciencia grupal y actuemos en conjunto. Si ese día ha de llegar, será en el año 2063"

¿Hay Dios en la Máquina?

sábado, 15 de noviembre de 2008

¿Qué pasa cuando el hombre se conduce a un futuro maquinizable?
¿Hay Dios en la Máquina?
Yo creo que sí.
Vivimos en un universo donde la física roza el misticismo;
cualquier fuerza implica una opuesta en otra dirección, y ese tipo de cosas.
Hacerse responsable del ideal propio;
reconocerse en una cosa y en su opuesto.
Sólo así es posible conciliar las fuerzas que se oponen en una sociedad.
Odio y miedo a lo diferente.
¿Existe pensamiento que no sea un acto de fé, en sí mismo?
¿O es acaso una fé ciega en la razón?
¿Confiamos más en la razón que en el consejo silencioso del amor?
¿Sobre qué se construyen nuestros pensamientos?
Este eterno sondear en uno mismo termina regalando emociones sobre las cosas.
Por ejemplo, invalida prejuicios, odios y temores.
Supongo que elegí en algún momento no tenerlos.
Creo en el misticismo urbano, en el chamanismo, en la energía positiva de las cosas.
No sé si hay una razón para eso; creo que es un aspecto mío absolutamente irracional. No disfruto justificando de alguna manera artificial el porqué creo en el Tao, o en algunos preceptos místicos comunes a la mayoría de las creencias religiosas. Sin embargo, marca un posicionamiento con respecto a la realidad que vivo. Jesús, Francisco de Asís, Gandhi, Lennon; veo algo que los atraviesa a todos ellos y me gusta lo que veo. Veo amor, amor incondicional, una búsqueda de la belleza, veo poesía.
Y también veo poesía en la máquina, sucesora natural del ser humano.
Ahí donde termina éste, por negligencia con su condición imperfecta, entra ella: Eternamente razonada, perfecta, ideal. Yo respeto a la máquina, y su concepción dimensionalmente diferente de la humana, pero veo coincidencias: Organismos, sistemas. Y siento que hasta que el ser humano no se reconcilie consigo mismo, con su artificialidad y su genio creador, no podrá estar en paz con la máquina. Necesitamos vivir en armonía para evitar ese futuro distópico y alienante planteado por Huxley, Gibson, Orwell y tantos otros: Mundos donde el orden sofoca la esencia humana, donde un organismo infecta otro organismo diferente. Por momentos, el ser humano olvida que la falta de armonía no se soluciona con violencia; una burbuja no puede escapar de sí misma. El análisis de una sociedad como un conjunto orgánico cae bajo el peso de concepciones fascistas y totalitarias, que se acercan más al rigor mortis que al llanto vital de un bebé. Debemos pelear por nuestro derecho a amar, un sentimiento menospreciado por ingenuo en la sociedad que nos rodea. El amor implica vulnerabilidad, con lo cual no puede plantearse un tipo de amor egoísta, que escapa a la violencia. Cuando sentimos miedo por lo diferente, lo traumático de esta sociedad-diferentes perversiones e historias que nos horrorizan-, escapamos al diálogo, borramos ese vínculo que nos unía. Y yo no creo que cada uno pueda llegar muy lejos por su propia cuenta:
¿Qué clase de enfermizo deseo nos obliga a pisotear y pasar por encima de los demás?
Claramente esta es una conducta que se observa en los enjambres, por ejemplo, de ratas y cucarachas.
Hay que respetar a las ratas y cucarachas, pero hacernos responsables de cierta espiritualidad significa amar más. Donde estaríamos si las madres acostumbrasen a comer a sus crías...
Yo no creo en pisotear, no creo en avanzar de manera diferente a los demás: No es un pensamiento moderno; El Budismo Mahayana plantea la no obtención del Satori hasta que cada una de las criaturas vivientes lo obtenga. Obtengamos el Satori todos juntos; algo tan antiguo como eso es mi forma de pensar lo social y político.
Creo en reducirse a cero, en coquetear con la muerte por amor. Creo que el amor es compromiso y militancia activa. Uno puede militar exclusivamente a través del amor. Me impactó mucho la escena en "Un Buda"(de Diego Rafecas, budista), donde se muestra el contacto de la creencia religiosa/mística aunada a lo popular, según la visión de Rafecas. Y lo cierto es que comparto esta visión: Lo místico no puede excluir de ninguna manera la cultura popular. Un pensamiento tan elitista es exactamente lo contrario a la doctrina de todos los grandes profetas, que dicho sea de paso, fueron asesinados todos casi sin excepción, y aún hoy millones y millones de perversos encerrados en iglesias intentan institucionalizar su poderoso mensaje.
Sin embargo, dos mil años de hipocresía e intentos de silenciar una realidad obvia para el corazón no dieron frutos: La historia de Jesús o de Sidharta, de Mahoma o Lao Tsé, se repite incesantemente. Su mensaje es muy poderoso para ser digerido por gente de alma tibia. No olvidemos el movimiento tercermundista que se dió en América Latina, y el carácter intrinsecamente revolucionario del cristianismo. No nos dejemos engañar por la iglesia, recuperemos la imagen de Jesus tal cual fue realmente: Un revolucionario que dio su vida por la igualdad y la fé en el amor.
Vivamos nuestros pensamientos, nuestras creencias, y viceversa.
No separemos tanto el corazón de la rutina.
Discutamos entre nosotros hacia donde vamos, y porqué vamos en esa dirección.
No perdamos la fé en el otro, en el ser humano en general.

Ya lo dijo el profeta del tren de la linea Mitre, sabio chamán urbano y bandoneonista:

"¡Solo el amor/salvará/al mundo!"

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